Enemigo público número uno, 2ª parte

Continuamos con esta serie no estruturada de los enemigos públicos número uno. (aunque no todos podrán serlo al mismo tiempo, vamos digo yo) En esta ocasión, se trata del tiburón, gran depredador marino que nos acojonó a todos con las películas de la saga "Tiburón".


Siempre que vamos a la playa, pensamos que existe la posibilidad de que se nos acerque uno, pero nunca en realidad llegamos a verlos, ni siquiera oímos hablar a nadie sobre alguna vivencia al respecto. Entonces, ¿por qué los tememos? ¿acaso corremos un peligro real?

Tal vez en alguna pesadilla se nos aparezcan, incluso cayendo del cielo. (se me antoja más que improbable en la vida real, aunque como se ve en esta casa británica, todo es posible)
Pero yo, ser falto de fe hacia los tiburones, no creía en su poder, en su voracidad, en el peligro latente que existe por su culpa, hasta que un día en Madrid, (sí, en Madrid, donde no hay playa, pero sí tiburones) me encontré a una víctima de los tiburones.

Reconozco que fui un poco cabronzuelo y me volví a casa a por la cámara de fotos para documentárselo a los lecheros. Pero sí, afanados lectores, en Madrid corremos un incalculable peligro por culpa de las aletas de tiburón, o como decía el conductor de la foto "las joías aletas de tigurón de los cojones". (¡así que en Madrid no sólo hay tiburones sino que además tienen aletas también en los cojones!)
Viendo esta foto se me ocurre una última duda, ¿el líquido viene del coche o es por la sopa de aleta de tiburón?